LITURGIA MUSICAL


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En esta página, vamos a explicar un poco la importancia que posee el canto en una celebración católica y cuándo y cómo se debe hacer.


Sin más, empecemos por entender que significa "Liturgia Musical".
Para empezar, "Liturgia" es el conjunto de prácticas establecidas que regulan en cada religión el culto y las ceremonias religiosas. De tal modo, la liturgia sobre la música sería el conjunto de prácticas establecidas sobre la música en cada religión en el culto religioso.

Pero, para entender mejor la liturgia musical, hay que saber primero los valores y por qué el canto en una celebración religiosa.

El canto o la música no sólo acompaña, sino que tiene, ella sola, una función en la celebración.

VALORES:
  • El canto realza y expresa nuestras emociones interiores. De la misma forma, expresa las ideas y los sentimientos, las actitudes y los deseos. La música es un lenguaje universal y expresivo capaz de llegar donde la palabra no llega. Además, en la liturgia tiene una función clara: expresar nuestro pensamiento ante Dios (alabanza, petición...).
  • Además, el canto hace comunidad. Cantar en común une. Nuestra fe no es sólo asunto personal nuestro. La Iglesia es comunidad, y el canto es uno de los mejores signos del sentir común.
  • El canto hace fiesta. El valor del canto es el de crear un clima más festivo y solemne.
  • El canto y la música se convierten en un signo eficaz, en un sacramento del acontecimiento interior.

LITURGIA:
La celebración más valorada por la Iglesia es la eucaristía. Por eso, también pide que en su celebración la música y el canto sean adecuados tanto al sentido de cada parte, como las características de la asamblea que celebra. La misa, también, exige una especial atención a la calidad, pertinencia y belleza de los cantos. Y, sobre todo, que la letra del propio canto sea religioso.

  • Música:
Cuando hablamos de música, nos referimos a cualquier melodía cantada por personas y con acompañamiento de instrumentos. Sin embargo, no cualquier música o canto son adecuadas para las celebraciones, ya que no son un mero adorno "para que la celebración quede bonita", sino oración hecha canto y música. "Cantar es orar dos veces" decía San Agustín.

Si lo que celebramos es la fe, como hemos dicho arriba, la música tendrá que llevar una letra religiosa, es decir, un texto que conecte la vida del cristiano con la celebración.

En cambio, si se habla sólo de música instrumental, es muy difícil decir cuál es música religiosa y cual profana. La Iglesia no obliga a un determinado tipo de música para la propia liturgia. Hoy solo se pide que la música litúrgica exprese lo que es esencial en la celebración de la fe cristiana, que la asamblea se una al Señor, vivo y presente en la propia eucaristía, en un diálogo de alabanza, escucha, súplica y recepción de la divina gracia.

  • Coro:
Para que la música adquiera el valor que le corresponde en las celebraciones, es bueno que todas las comunidades cuenten con un coro o un grupo de personas que canten y sean acompañadas por instrumentos junto con toda la asamblea en su oración hecha música.

El coro es un elemento importante para la participación litúrgica en general y para el canto del pueblo en concreto. Todo esto depende de que se plantee bien su función. No se trata de un coro que suplica y suplante el canto del pueblo asumiendo en solitario las funciones que le corresponde a la asamblea. Pero sí de que el coro enriquezca el canto de pueblo que, creando espacios de oración, fomente la contemplación del ministerio y que anime el canto junto con toda la asamblea.

Una celebración que no tiene música, es como un día nublado; igualmente es de día, pero le falta algo, algo para ser alegre, para estar lleno de vida. Por eso, el servicio que prestan los músicos y los cantantes es uno de los más importantes y bonitos de la liturgia. Para que pueda ser ejercido con "maestría", sigue una serie de criterios para iluminar su buen desempeño, esa serie de criterios es la liturgia musical en cuanto a las celebraciones católicas.


    • Características de un coro:
      • SERVIR, no suplantar el canto de la asamblea.
En la liturgia, el sujeto que canta es la asamblea entera. El coro tiene la función de acompañar, conducir y realzar el canto de todos, y debe evitar transformarse en el centro de atención. Puede haber momentos en la celebración en que el coro o un miembro del coro interprete solo un canto o una pieza musical, como es el caso, a veces, del canto después de la comunión pero en general el coro es y debería ser un servidor y guía del canto de la asamblea. Es útil que tanto en el coro como en la asamblea haya un director con el que se ensayen los cantos antes de comenzar la celebración.

      • CUIDAR el repertorio y la elección de los cantos.
En la misa y en los demás sacramentos, cada canto tiene su sentido y su lugar. No se puede cantar cualquier canto en cualquier momento de la misa, ni en cualquier tiempo del año litúrgico, porque la propia liturgia pasa por momentos muy diversos y característicos durante todo su recorrido. Ni siquiera en cualquier asamblea, ya que cada comunidad tiene su edad predominante, su cultura, sus preferencias y su sensibilidad musical.

      • ELEGIR y preparar los cantos anticipadamente.
En la elección de los cantos no hay que improvisar. A menos que hayan sido ya elegidos por otro equipo, el coro debería hacerlo siempre con suficiente anticipación, evitando la búsqueda y selección de los cantos durante la misa. Esto, si se está en un lugar visible, puede distraer a la asamblea e impedir "meterse" en la eucaristía a los propios integrantes del coro. Luego, hay que tener en cuenta el sentido propio de cada parte de la misa para la adecuada elección del canto correspondiente. Asimismo, hay que considerar las preferencias y características de la asamblea, y no simplemente el gusto de quienes escogen los cantos.

      • FORMARSE EN LITURGIA y conocer el año litúrgico
Para los integrantes de un coro, es importante saber nociones básicas de liturgia, ya que su servicio se realiza precisamente en ese ámbito de la vida de la Iglesia: conocer la liturgia de la eucaristía, del bautismo, del matrimonio, de las exequias, etc. Especialmente para quienes escogen los cantos de una misa, es importante conocer el sentido de los diversos tiempos del año litúrgico de la Iglesia. Conforme a eso se eligen los cantos más adecuados a cada momento del año y a cada ocasión.

      • FORMARSE EN MÚSICA y en repertorios de canto litúrgico
Tratándose de coros, es evidente que la formación propiamente musical es importante: voces e instrumentos. Es bueno que en todo coro haya al menos un miembro que sepa teoría musical y leer música, y si no es el caso, hay que procurar que todos tengan una formación musical básica. Al mismo tiempo, hay que estar atentos a la permanente producción de música litúrgica. Sólo probando nuevos cantos van decantando los que son mejores y los que a la asamblea le gusta más.

      • RESPETAR la melodía y el ritmo originales de los cantos
Muchos cantos se encuentran fácilmente en sus versiones originales en CDs, Internet, etc. Es normal que cada coro "se apropie" de un canto cuando lo adopta en su repertorio. Pero es bueno que ello ocurra sin cambiar el canto en lo esencial por respeto al autor y a la comunión eclesial. Si no se hace así, se confunde a quien llega a cantar a nuestra comunidad, y se enseña a la comunidad un canto distinto al original.
      • ENSEÑAR cantos
Todo coro debería regularmente introducir y enseñar cantos desconocidos o nuevos. Eso supone enseñarlos explícitamente, no esperar que la asamblea los aprenda por el sólo hecho de cantarlos. Así se aprenden mal y lentamente. Es sabido que los cantos se deforman o se aprenden mal si no se enseñan poco a poco.
      • DURACIÓN de los cantos
En la misa hay algunas acciones que son acompañadas por un canto, de modo que el canto debe durar sólo el tiempo que dure esa acción, y no prolongarse hasta que se terminen las estrofas. Son, por ejemplo, el canto de entrada, que acompaña la procesión, hasta que el sacerdote besa el altar; canto de presentación de ofrendas, que acompaña dicha acción, hasta que el sacerdote termina de disponer el pan y vino sobre el altar y pronuncia sobre ellos las palabras de ofrecimiento: el "Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo", que acompaña la fracción del pan: si ésta dura más de lo común, se pide que se cante todo el tiempo "ten piedad de nosotros", y sólo la última "danos la paz"; cantos de comunión, que acompañan esa acción culminante de la misa, hasta que termina de comulgar la asamblea.
      • EQUILIBRAR la repetición y el cambio
Hay coros de poco repertorio que se mueven largos periodos dentro del mismo puñado de cantos. Otros se imponen cambiar cada domingo todos los cantos de la eucaristía. ¿Por qué? Cuando un cantoral contiene pocos cantos para determinado tiempo litúrgico o fiesta, o bien la asamblea conoce aún pocos cantos, no importa repetir el mismo canto varias misas seguidas o cantarlo con tanta frecuencia, con tal que no se descuide la enseñanza de cantos nuevos para enriquecer, poco a poco, el repertorio. A veces, los coros, por no repetir, terminan cantando cantos inadecuados o, peor aún, interpretar cantos que la asamblea desconoce, impidiéndole entonces unirse al canto.
      • ENRIQUECER el canto con diversos recursos
Ayuda mucho a una asamblea el uso de diversas alternancias en el canto, como por ejemplo: coro/asamblea; solista/asamblea; varones/mujeres. Asimismo, hay "cantos" que pueden ser sustituidos por piezas musicales tocadas sólo por instrumentos del coro, o por un solista instrumental acompañado por otros instrumentos. Estos u otros recursos pueden dar variedad y ambiente festivo a las celebraciones, especialmente a las más importantes del año litúrgico.



  • Cantos:
Es importante conocer la estructura y, sobre todo, el sentido de cada parte de la misa, porque los cantos serán adecuados o no de acuerdo a ese sentido y al lugar que ocupan dentro de la misa. A nadie se le ocurriría cantar como canto de entrada un “Señor ten piedad…”, por ejemplo. Pero en cambio no es raro que en la comunión o como entrada se cante cualquier canto…, o en el Tiempo de Adviento se cante el “Gloria”, o no se conozcan los cantos del Tiempo pascual. Todo eso hay que conocerlo para elegir los cantos de la misa con propiedad. 

Ahora, veamos cada parte que tiene una eucaristía:


    • CANTO DE ENTRADA:
Acompaña la apertura de la celebración. Convida a la asamblea a entrar en la acción común y la dispone a la liturgia que está por comenzar. La música y las palabras crean el ambiente espiritual propicio que ayuda a los participantes a entrar en comunión con el misterio del tiempo litúrgico, del día o de la fiesta que se celebra. En una misa más festiva, acompaña el ingreso en procesión del sacerdote que preside y de los demás ministros y acólitos.

Puede ser un canto entonado por todos juntos, o un diálogo entre el coro y la asamblea. Es importante que este canto termine lo antes posible después que el sacerdote ha besado el altar. No es necesario cantarlo entero si ya ha terminado la procesión de ingreso.


    • ACTO DE CONTRICCIÓN: 
Es el “canto del perdón”, que nos ayuda a reconocernos pecadores y necesitados de la misericordia del Señor para celebrar y para vivir consecuentemente nuestra vida cristiana. “Señor, ten piedad; Cristo, ten piedad; Señor ten piedad”, es el texto que aparece en el misal. Se puede musicalizar ese texto o bien componer otro. Si se compone uno nuevo, hay que cuidar el sentido del canto: es para pedir perdón por nuestros pecados, faltas, limitaciones, y confiar en el perdón y la fuerza que nos regala el Señor.


    • GLORIA:
El “Gloria” cierra el acto penitencial. El texto, muy antiguo y de gran riqueza teológica, inicia con las palabras tomadas del Evangelio en la escena del nacimiento de Jesús, cuando los ángeles glorifican a Dios por ese nacimiento: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. El Gloria puede ser rezado o cantado. Hay algunos “Gloria” que tienen textos más cortos, de tipo “trinitario” (Padre, Hijo, Espíritu Santo): también son adecuados. El “Gloria” no se canta ni en el tiempo de Adviento, ni en el de Cuaresma, y no se sustituye por ningún otro canto.


    • CANTO ANTES DE LA LITURGIA DE LA PALABRA: 
En ciertas comunidades se abre paso la costumbre de iniciar la Liturgia de la Palabra con un canto especial, cuyo tema sea la Palabra de Dios, o nuestra apertura a ella. No es necesario, pero es bueno para ocasiones especiales.


    • SALMO RESPONSORIAL: 
Este salmo es parte de las “lecturas” de la misa; es bueno no cambiarlo por otro canto. Es bueno, asimismo, aprender a cantarlo, hallarle música. Sale muy bien (y es conforme a una antigua tradición de la Iglesia) cuando las estrofas las canta un solista hombre o mujer, y la antífona toda la asamblea junta.

Si no se cuenta con un salmo musicalizado, se pueden leer las estrofas y cantar una antífona adecuada (por ejemplo algún canto breve de Taizé). En último caso, se puede sustituir por otro salmo de nuestro cantoral o bien por un canto de tipo meditativo, tranquilo.


    • ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO: 
Aleluya significa “Alaben a Yahvé”, y en la historia del cristianismo ha sido una aclamación de alegría por la resurrección de Cristo, que celebramos cada domingo: ¡Alaben a Yahvé porque Jesucristo está vivo! La alegre aclamación del Aleluya antes del Evangelio, prepara a la escucha de la Palabra de Jesucristo y acompaña, en las misas festivas, la procesión del diácono o sacerdote que lo proclamará.

En las normas del Misal dice que de no cantarse, es mejor eliminarlo: ¡tan importante se considera cantarlo! El leccionario contiene, para cada Evangelio, un versículo propio que puede ser leído o cantado entre los Aleluya. Solamente en los cuarenta días del tiempo de Cuaresma no se canta el Aleluya, sino que se sustituye por otro canto breve de aclamación al Evangelio, pero que no contenga la palabra “aleluya”.

El Aleluya se vuelve a cantar solamente en la Pascua, para anunciar la resurrección de Cristo. En algunas comunidades se canta también el Aleluya u otro canto breve al final de la lectura del Evangelio.


    • PRESENTACION DE LAS OFRENDAS: 
Mientras se prepara el altar y se llevan a él los dones del pan y del vino, y las ofrendas de los fieles, la asamblea se dispone a acoger el don por excelencia: Cristo, que se ofrece a sí mismo al Padre. Él es quien se ofrece. Nosotros sólo presentamos al Padre nuestros dones.

La presentación de las ofrendas se puede acompañar con un canto, sobre todo si hay procesión; en misas más sencillas no es necesario cantar. Se puede interpretar música instrumental adecuada al momento.



    • “SANTO”:
El “Santo” es el único canto que en el misal se anuncia como canto: “Por eso, con los ángeles y los arcángeles te alabamos cantando....”. Es bueno cantarlo siempre, y no cambiar en lo esencial el hermoso texto bíblico de Isaías de su texto tradicional. Se le pueden inventar diversas melodías. Es un canto vivo y alegre, una verdadera profesión de fe.

Importante es no interponer una introducción melódica entre las palabras del sacerdote y el inicio del “Santo”, ya que se corta la continuidad del rito. El sacerdote dice: “Por eso, con los ángeles y arcángeles te alabamos cantando…..”, lo que exige que inmediatamente la asamblea cante “Santo, Santo, Santo…..”, sin tener que esperar por una introducción instrumental.


    • ANTÍFONAS DURANTE LA PLEGARIA EUCARÍSTICA:
En muchas comunidades se interrumpe la Plegaria eucarística varias veces con antífonas breves. Es bueno que sean realmente breves y ojalá con textos que estén en armonía con la Plegaria eucarística. Sirven muchos de los cantos de Taizé, pero seria bueno componer nuevos.


    • PADRE NUESTRO: 
La oración del Padrenuestro se puede rezar o cantar. Para cantarla, existen melodías clásicas, que hoy no tienen muy buena acogida, y algunas contemporáneas. En el misal, el Padrenuestro cuenta con una introducción y una conclusión dicha por el sacerdote. Por eso, en la misa deben evitarse los cantos que ponen el Padrenuestro recitado entre dos textos cantados que repiten la introducción y la conclusión previstas en el misal. Si el Padrenuestro se canta, debe ser con el mismo texto de la oración.


    • RITO DE LA PAZ: 
El rito del saludo de la paz (que no es obligatorio en la misa) normalmente es tan breve, que no necesita ser acompañado de un canto. Sin embargo, cuando es más largo, por ejemplo en misas con jóvenes o en misas especiales como una confirmación, una misa de fin de jornada o retiro, etc., conviene cantar un canto de paz apropiado.

Este canto solamente acompaña la acción del saludo de la paz, de modo que debe terminar cuando se acaben los saludos de la asamblea, antes de comenzar con el canto del Cordero de Dios.


    • CORDERO DE DIOS: 
Mientras el sacerdote parte el pan y prepara el momento de la comunión, la asamblea confiesa el sentido del rito que está por celebrar tomando las palabras de Juan Bautista: Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Felices los que están invitados a comulgar de ese pan como un solo cuerpo.

El Cordero de Dios puede cantarse o recitarse. Si se canta es bueno considerar atentamente su duración, de modo que coincida con la acción del sacerdote.


    • CANTOS DE COMUNION:
La comunión es el rito cumbre de la eucaristía. Acompañarlo con música instrumental y cantos ayuda a vivirlo en el ambiente festivo, reflexivo y fraterno que lo caracteriza.

Los cantos expresan la unidad de quienes se acercan al mismo altar y el gozo de participar en el anticipo del banquete del Reinado de Dios. Los cantos pueden aludir a la comunión misma o a los motivos particulares de la eucaristía que se celebra o del tiempo litúrgico que se está viviendo. La función del coro es particularmente importante en estos cantos, ya que la asamblea está moviéndose para la comunión.

Una vez finalizado el rito, se puede convidar a todos a cantar un canto meditativo, de acción de gracias. La comunión, sobre todo en misas diarias, puede ser un momento acompañado sólo de música instrumental.

En cualquier caso, los cantos o la música de comunión son para acompañar la comunión de la asamblea, de modo que no es adecuado usar cantos demasiado movidos o con aplausos.


    • CANTO MEDITATIVO POSTCOMUNIÓN: 
En muchas comunidades se usa cantar un canto meditativo, tranquilo, después de finalizado el rito de la comunión. No es obligación, pero ayuda a dar valor a ese momento y a la oración personal que despierta el encuentro con Jesús. Si se canta, es bueno dejar un momento de silencio después de la comunión.

    • CANTO FINAL: 
Este canto, que no forma parte de la tradición de la Iglesia universal, es muy querido en las comunidades de nuestro continente, generalmente con un sentido mariano (dedicado a la Virgen María), de acción de gracias (por la liturgia vivida o por la vida) o de misión (ya que al salir de la misa volvemos a retomar nuestro compromiso por el Reino). Tiene sentido sólo si es un canto con la asamblea presente. El animador debe motivarla a permanecer en la iglesia. Si se está disolviendo, más vale acompañar el momento con música instrumental.



LOS TIEMPOS LITÚRGICOS Y SUS CANTOS.

  • ADVIENTO.
Es un tiempo de esperanza y de alegría, esperando a Jesús que nace y que viene al final de la historia. Su ritmo se lo dan cuatro domingos, el primero de los cuales es el “año nuevo” de la Iglesia.

En el pasado el Adviento era más penitencial, de lo cual quedan dos signos: el color morado y la supresión del canto del Gloria hasta la Navidad. Hoy, en cambio, se acentúa la conversión, necesaria antes de todo momento fuerte de la fe. En el Adviento se vive una doble espera, una memorial y otra histórica: esperamos el nacimiento de Jesús en Belén (memorial) y esperamos su venida definitiva, cuando vendrá a instaurar para siempre el Reinado de Dios que ya está en medio nuestro desde que vivió entre nosotros (histórica). Es un tiempo de esperanza, gozo, de expectativa confiada, y ése es el carácter que prevalece en los cantos.

  • NAVIDAD.
Es la fiesta del nacimiento de Jesús y el tiempo que sigue hasta la fiesta de su bautismo, algunas semanas después. En medio al tiempo de Navidad está la fiesta de la Epifanía, que celebra la manifestación del Niño Jesús a todas las naciones por la visita de los magos de Oriente. Es como si todos los pueblos de la tierra hubiesen ido esa noche a ver y a llevar regalos al Niño Dios.

No hay ninguna fiesta cristiana que haya inspirado tantos cantos como ésta. Los villancicos son himnos a Dios encarnado en la historia concreta de las culturas, los pueblos y las comunidades. En esta hermosa fiesta y en su octava, es bueno cantar nuestros villancicos, que se pueden tomar al inicio de la eucaristía, para la comunión y como canto final.


  • CUARESMA.
Es el gran tiempo penitencial de la Iglesia, los cuarenta días de conversión y purificación interior que nos preparan a la mayor fiesta cristiana del año, la Pascua.

Comienza el Miércoles de cenizas. Son días de escucha atenta de la Palabra de Dios que nos vuelve a llamar a un cambio de vida según el Evangelio de Jesús. Desde el miércoles de cenizas hasta la vigilia pascual no cantamos el Aleluya, porque ese canto es la expresión del gozo de la resurrección; lo reservamos para la noche de Pascua. El Gloria tampoco se reza ni canta en todo ese tiempo, excepto en la misa del Jueves Santo. Pero la Cuaresma no es un tiempo triste, sino más bien un tiempo recogido, de meditación, que es el ambiente que nos permite estar atentos a la Palabra, reflexionar sobre nuestra vida y dar pasos de conversión. Los cantos de la eucaristía deberían favorecer la atmósfera de recogimiento y conversión personal y comunitaria que caracterizan este tiempo litúrgico.

  • PASCUA Y PENTECOSTÉS.
La Pascua es la cumbre de las celebraciones de nuestra fe cristiana y el fundamento de nuestra esperanza. La victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte son la razón más honda de la gratitud y el gozo de los creyentes. Su victoria es la nuestra, porque vive en medio nuestro y anima nuestro empeño de liberación, de vida, de superación del mal, de la miseria y de la violencia.

El canto del Aleluya, que no hemos cantado durante la Cuaresma, rebrota en la vigilia y expresa ese sentido y ese gozo que se prolongan en la octava de Pascua y en todo el tiempo pascual, pasando por la fiesta de la Ascensión del Señor, hasta la fiesta de Pentecostés. Esos 50 días son, como nos dice la Iglesia, como un solo día de fiesta. Durante todo el tiempo pascual se deberían cantar cantos de resurrección, también en la Ascensión y la venida del Espíritu Santo, que no son fiestas separadas. Estas dos últimas también deberían agregar cantos propios, sobre todo cantos al Espíritu Santo.

  • TIEMPO DURANTE EL AÑO.
Se lo llama también “tiempo ordinario” o “tiempo común”. En estas 33 ó 34 semanas la Iglesia vive un tiempo más normal, sin grandes celebraciones. Es el tiempo más largo del año litúrgico, de modo que en él es importante cuidar la variedad de la música. Como leccionario dominical se desarrolla en tres años (A, B y C), será la Palabra de Dios leída en cada liturgia la que indicará los cantos más adecuados para la celebración. Pero también en el tiempo durante el año caen algunas fiestas importantes que es bueno celebrar con cantos propios: La Santísima Trinidad, Cuerpo y Sangre del Señor, Sagrado Corazón de Jesús y, el último domingo durante el año, Cristo Rey del Universo; las fiestas marianas y las de santos universales como san José y san Francisco, ó locales como santa Teresa de los Andes y san Alberto Hurtado, entre otros. Los tiempos litúrgicos ofrecen la posibilidad de variar los cantos de la eucaristía y, sobre todo, de adecuarlos en su sentido al momento que vive la Iglesia.

Ante la opción entre dos cantos, es bueno escoger siempre aquel que pertenece al tiempo litúrgico en curso o a la fiesta que se celebra.

  • MARÍA EN EL AÑO LITÚRGICO.
María es una figura esencial de la historia de la salvación. Dios la escogió como madre de Jesús, es decir madre suya, para nacer entre los humanos. Discípula fiel, modelo de docilidad y entrega a la voluntad de Dios, mujer valiente, primera cristiana y por eso principal intercesora de los creyentes, la Virgen María está hondamente arraigada en la fe católica.  Le dedicamos un tiempo especial, el “Mes de María”, del 8 de noviembre al 8 de diciembre. La conmemoración semanal de Santa María en la misa del sábado. En la eucaristía dominical solemos recordar a María en el canto final.


INSTRUMENTOS
Respecto a los instrumentos, el Sacrosanctum Concilium dice:
120. Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales.
En el culto divino se pueden admitir otros instrumentos, a juicio y con el consentimiento de la autoridad eclesiástica territorial competente, a tenor de los arts. 22 § 2; 37 y 40, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificación de los fieles.


Ésto es todo lo que podemos contaros sobre la liturgia musical. Si tienen alguna duda, pónganosla en los comentarios o envíenos un mensaje desde el formulario de la página de contacto.








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